domingo, 1 de noviembre de 2009

Contra las cárceles y por la anarquía

Cruz Negra Anarquista
Cuando tratamos de llegar a la población con nuestro discurso abolicionista de las cárceles es muy frecuente que nos encontremos con objeciones del tipo "¿qué haríamos con los criminales si no hubiese cárceles?".Cuando no con categóricas afirmaciones tales como que"quién la hace la paga".Equívocas convicciones todas ellas mantenidas por personas para quienes otro mundo distinto a este en el que vivimos es inimaginable,incluso en aquellos casos en que estas personas son capaces de percibir las contradicciones del existente,aunque sea de forma superficial,pero se conforman diciendo que aun así es el menos malo de los posibles.

Todos estos argumentos y muchos otros más de similar naturaleza, son refutables con relativa facilidad,existiendo además para ello un amplio utillaje teórico elaborado por intelectuales de reconocida valía, como puede ser William Godwin ,que hace objeto de una cerrada crítica a la denominada justicia positiva en la misma época de su aparición.O en periodos más recientes Michel Foucault,cuyos afilados análisis tienen la consistencia que les otorga tanto la agudeza de su pensamiento, como el hecho de que los desarrolla en un amplio trabajo de campo en el que él mismo se involucra en los problemas reales que las instituciones totales ocasionan a las personas .Todo lo dicho y más sería suficiente para que percibido este arraigado prejuicio entre la población,si se quisiera diluir,fuese utilizado como referentes solventes ,además de su propio discurso, por todas esas personas que hoy en dia se encargan de producir opinión.Pero evidentemente no es el caso.Este es un prejuicio útil para quienes durante generaciones han ido modelando el mundo en el que vivimos,éste lugar inhóspito en el que todas las cosas necesarias para la vida las producimos y las hemos producido siempre las mismas personas,las pobres.Y en el que sin embargo una minoría de privilegiadas las acapara y derrocha, mientras que la amplia mayoría que las produce pasa las más severas necesidades,con la amenaza siempre acechante de los sistemas penal y penitenciario ,que entrarán en acción tantas veces como se comprenda entre las oprimidas,en el pensamiento y en los hechos, que la legalidad que se desarrolla a partir de la justicia positiva es la garante del crimen clasista perpetrado durante generaciones.El crimen no es que cualquier persona utilice o consuma las cosas precisas para la vida,unas cosas que además son fruto de su propio trabajo y del de sus antecesores.El crimen es esclavizar a las demás por la fuerza y criminales son las instituciones y cuerpos doctrinales cuya finalidad es mantener unas relaciones sociales que en sí mismas son criminales.

Consecuencia de la finalidad dicha, las cárceles están y han estado pobladas siempre por personas que para vivir en el mundo de la necesidad han tenido que transgredir el opresivo marco legal y por quienes conscientes de esta situación de profunda injusticia se han enfrentado a ella.Aunque de unos años a esta parte,según los modos de producción se han ido complejizando más y más haciendo la vida de las personas cada vez más precaria,cada vez son más aquellas que por diferentes razones no han podido soportar las mil opresiones de las que se les hace objeto,incurriendo en conductas criminalizadas de las que se les hace enteramente responsables, como si todos los condicionantes causados por las mismas que las condenan y encierran no tuvieran nada que ver en ellas.Es decir,las cárceles están cada vez más llenas de las personas damnificadas por lo que es una sensata noción del crimen que,esta es la más terrible paradoja y la más cruel mistificación,son a su vez quienes con su reconocimiento y consentimiento permiten que se mantenga un sistema que durante unos doscientos años no ha hecho otra cosa que acumular fracasos y episodios vergonzosos que habrían de abrumar a todas aquellas personas en cuyo nombre se dice que se imparte justicia.

Es por estas razones y otras muchas más que lxs anarquistas,hoy como siempre,continuamos diciendo, con la terquedad que nos caracteriza, que las cárceles son esencialmente injustas.Que no es posible subsanar sus defectos manteniendo el modelo y que con ellas lo único sensato que se puede hacer es demolerlas.Somos conscientes de que la mayoría de las personas a quienes se lo decimos, han sufrido a su vez múltiples procesos de subjetivación que han mermado,cuando no anulado,su capacidad de comprender la terrible injusticia que supone responsabilizar a personas por hechos frente a los que la posibilidad real del ejercicio de la libertad de hacer una u otra cosa ,ha padecido tales constricciones que solo las personas con quienes la naturaleza ha sido más generosa, son capaces de ser soberanas de ella.Que la conducta de las personas no está determinada, pues siempre existe un espacio para la libertad,pero que son tantos y tan inaceptables los condicionantes que es del todo injusto castigar aquello que se haga por consecuencia de estos.

Somos conscientes, además, que nuestro razonamiento se enfrenta a una máquina productora de opinión que el modo difuso del autoritarismo,en su evolución,ha desarrollado hasta el extremo de que hoy casi es capaz de anular toda voz crítica que entre en conflicto con su fundamento,por razonable que ésta sea.Pero al igual que esto, sabemos que no hemos de darnos por derrotadxs frente al hecho cuantitativo.Que del mismo modo que las minorías suelen tener razón ,es entre estas minorías críticas, que aún hoy existen, donde podemos encontrar tanto la disposición como la capacidad de comprender,con todas sus consecuencias,lo correcto de nuestra crítica. Continuamos diciendo entonces, a quién nos quiera escuchar, que la finalidad del sistema coercitivo ,en toda su extensión, no es la de administrar justicia, sino la de mantener un statu quo que tanto en su génesis,en sus prácticas,como en sus pretensiones,es criminal a la luz de una cabal noción del concepto de justicia.

Que es aberrante que quienes producen las calamitosas condiciones para la vida del mundo actual, sean a su vez quienes piden responsabilidades y castiguen por las consecuencias de sus propias prácticas.

Que es absurdo pretender enjuiciar hechos concretos que se corresponden con unas causas múltiples y complejas, tratando de enmarcarlos en una normativa formulada a priori, incapaz por ello de conocerlos en su singularidad y a la cual desbordan.

Que no es posible realizar una descripción de ningún hecho con verosimilitud en el desarrollo de un juicio penal,por más pruebas y testigos que concurran,pues siempre estará sujeta a la distorsión de las apariencias y a las deformaciones que son producto de la interpretación subjetiva de quién los narra,con lo que el fallo judicial siempre estará viciado de antemano.

Que las expectativas razonables que se puedan tener del sistema coercitivo que hoy se pretende positivo, no son otras que las que avalan doscientos años de fracaso en su finalidad de reinserción ,con un sangriento reguero de errores, tan irreversibles como irreparables, que han de hacer pensar muy sériamente a todas las personas que creen que la justicia les proteje, si esto es así ,o si lo que realmente supone la existencia de la coerción es un potencial peligro para todas.

Que en la administración de justicia no puede haber equidad en tanto persista la actual sociedad de clases.A la hora de afrontar un juicio penal, es de sobra conocida la diferencia que puede haber en su resolución si la persona encausada dispone de dinero para afrontarlo con un-a abogadx de prestigio,o si se ha de presentar en la sala acogiéndose al presunto beneficio de la justicia gratuita.Del mismo modo, habrá casos en que pueda eludir la pena de prisión si tiene recursos económicos para pagar una fianza,o una multa,dependiendo única y exclusivamente que entre en la cárcel o no, por unos mismos hechos, de su situación social y solvencia.En lo que de nuevo se puede apreciar el carácter claramente clasista de la administración de justicia.Otro tanto puede decirse de la permanencia en la cárcel,donde la persona indigente pasará las más severas necesidades, mientras que quién tenga dinero podrá suavizar los rigores de su reclusión pagando lo que precise ,e incluso beneficiándose de corruptelas,con lo que idéntico periodo de encarcelamiento jamás podrá ser lo mismo para ambas en lo que al sufrimiento se refiere.

Que es imposible determinar con objetividad en qué casos una persona puede ser penalmente responsable por la no concurrencia de circunstancias eximentes-por ejemplo de enajenación mental-y en cuales no.Así, una enajenación mental transitoria que se produce a la par que unos hechos y que desaparece antes de la detención, difícilmente será reconocida por la dificultad de objetivarla en ese momento,con lo cual esta supuesta garantía no será tal si no que como la práctica nos demuestra,se convertirá en otra posibilidad para que las personas de la clase social privilegiada puedan eludir su responsabilidad, en las raras ocasiones en que son procesadas.

Que es insensato tratar de convencer a una persona de que su conducta es o ha sido reprobable causándole un dolor como el encarcelamiento.Si verdaderamente lo fuera pero no se ha sido capaz de que lo comprenda,se sentirá maltratada injustamente y lejos de un cambio socializador ,lo que se producirá en ella será resentimiento .Y en numerosos casos afán de venganza.S i se la convence de lo inadecuado de su comportamiento,entonces ya no tiene sentido encerrarla,sería algo excepcional que reincidiese en su proceder inadecuado partiendo de esta comprensión.

Que demostrado como está en la práctica el fracaso de la finalidad correctora de la cárcel,solo queda para ella la función estrictamente punitiva.Esta es pura barbarie que sitúa a la justicia positiva en el mismo lugar del que pretendía salir,la Edad Media,pues es una crueldad innecesaria que degrada a quién la ejecuta al causar un daño tan terrible como el encarcelamiento a otras personas,además por sucesos que son irreversibles y no van a cambiar por ello.

Que como es reconocido incluso entre penalistas, la misma existencia de la cárcel, o el endurecimiento de las penas, no es algo que haga disminuir la comisión de hechos no aceptados por la comunidad.La cárcel no hace el hábitat social más seguro,por tanto,si no como indicamos arriba, más peligroso ya que nadie puede considerarse a salvo de un posible error judicial de nefastas consecuencias.

Todas estas objeciones y más son las que hoy mantenemos todas las personas que sabemos que no se puede hablar con rigor de sociedad donde haya cárceles y que solo hay una cosa más detestable que estar encerradx:encerrar a alguien, o que le tengan encerradx en tu nombre.Son estos entonces los argumentos que tenemos que confrontar con los de todas aquellas personas que, como decíamos al inicio, nos salen al paso con argumentos que tan a menudo les llegan de un modo alienado y con una clara finalidad clasista, aunque no sean demasiado conscientes de ello.Pues la cárcel, ante todo, es una idea que se concreta después en una estructura física y disolver la idea es tanto como erosionar los muros de las prisiones.

Si somos capaces de transmitir esta conciencia ,el siguiente paso de ella en su despertar será el de la adquisición de más conciencia:la de que el problema de las cárceles queda resuelto por su innecesidad,incluso para aquellas personas que hoy equivocadamente creen en ellas,en el momento en que seamos capaces de concretar modos de vida colectivos en los que la igualdad y la libertad estén garantizadas

DEMOLICION DE TODAS LAS CARCELES Y LUGARES DE ENCIERRO
SALUD Y ANARQUIA
CNA-MADRID.

Para profundizar en el tema:
"Ensayo sobre la justicia política" de William Godwin.
"Vigilar y castigar" de Michel Foucault.

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